top of page

Bisayas

Screenshot 2023-03-01 at 22.51.32.png
Screenshot 2023-03-01 at 22.51.15.png
Screenshot 2023-03-01 at 22.51.10.png
Screenshot 2023-03-01 at 22.51.24.png
Screenshot 2022-12-15 at 18.00.13.png
Screenshot 2022-12-15 at 18.00.13.png

Spanish Transcription 

English Translation

Aconstumbran los Bisayas a pintarse los cuerpos con unas pinturas muy galanas, hácenlas con hierros de azófar puestos al fuego y tienen oficiales muy pulidos que los saben bien hacer. Hácenlas con tanta orden y concierto y tan a compás que causan admiración a quien las ve, son a manera de luminacio- nes. Píntanse los hombres todas las partes del cuerpo como son los pechos, barriga, pierna y brazos, espaldas, manos y muslos y algunos los rostros. Las mujeres se pintan solamente las manos muy galanamente. A los hombres sirven estas pinturas como si fuesen vestidos; y así parecen bien aunque andan desnudos de ordinario que no traen en el cuerpo sino un paño de algodón de largura de dos brazas poco más y de anchura de tres cuartas, el qual con unas vueltas muy pulidas que con él hacen poniéndoselo revuelto a la cintura y entre una pierna y otra tapando con él sus vergüenzas y partes traseras, quedando todo lo demás del cuerpo desnudo. Al qual paño en su lengua llaman bahaque y con esto parecen bien las pinturas como si fuese un vestido muy galano. Tienen otra manera de vestidos que son unas mantas de algodón que hacen unas como ropas de levantar, son cerradas por la delantera. Traen los hombres en las cabezas unas muy galanas toquillas de munchas colores que puestas en la cabeza hacen con ellas una manera de tocado como turbante turquesco. Llaman a éstas en su lengua purones y cierto que es vistoso y galano. Y los que son moços lo traen muy pulido con munchas listas de oro.

El hábito y vestiduras de las mujeres bisayas son unas mantas muy lis- tadas de diversas colores, hechas de algodón y otros de una yerba que tienen de que las labran y algunas hay que las traen de tafetán razo y damasco de lo que viene de la China. La hechura de todas ellas es cosida la manta por una y otra parte quedando hecha

​

/27v/ como una saca grande de trigo con dos bocas y metiéndose la una de las bocas por la cabeza, quando se la visten y después la doblan de la çintura abajo cayendo las dos bocas de la manta a la parte de abajo y dan una lazada con la misma manta por encima de la cintu- ra cogiéndola por ser muy ancha y tener lugar con esto de dar la lazada y les queda apretada al cuerpo y la lazada a un lado muy galanamente hecha. Y entonces parece el vestido como si trajesen dos faldellines el uno más largo que el otro, porque con la dobladura que hacen viene a parecer de esta faycion que digo. Traen junto con esto unos corpezuelos o jubones con unas medias mangas arrocadas que les llega hasta los codos, aunque algunas hay que traen enteras todas las mangas. Son muy justos sin cuellos y escotados abróchanlos por delante con unas trenzas o cordones de seda. Y munchas hay que traen muncha chapería de oro con que las abrochan cuájanlos de cadenilla de oro vespigueta, cada una como mejor puede. No traen ningún género de camisas ni las aconstumbran porque todo esto lo traen a raíz de las carnes y se les parece la cintura y barriga traen las piernas descubiertas casi un palmo quan- do van fuera llevan unas cubiertas como mantos. Son de algodón y blancas y algunas hay que los llevan de tafetán de colores. Quando van fuera las mujeres de sus casas a ver y visitar otras van muy despacio haciendo mil meneos con el cuerpo llevando un braço colgando mangueando con él porque lo tienen por gran bizarría; lo mismo hacen los hombres. Si son principales suelen llevar las mujeres unas como coronas u guirnaldas en las cabezas hechas de oropel que se les trae de la China a vender y algunas veces quando no lo tienen las llevan hechas de flores y rosas de los campos. Los

​

/28/ Bisayas tienen y sienten del origen y principio del mundo una cosa harto para reír, llena de mill desatinos. Dicen que antes que hubiese tierra había cielo y agua solamente, lo qual era ab eterno. Y que había un ave que andaba siempre volando entre el cielo y el agua, sin hallar donde reposar. Que esta ave era el milano, el qual andando volando cansado de su continuo volar determinó de revolver al cielo y al agua para ver si por aquí hallaría alguna parte dónde poder asentar- se y descansar del continuo trabajo que de andar volando tenía, porque en el cielo no hallaba lugar para ello ni menos en el agua. Y subiéndose volando hacia el cielo le dijo que la mar decía que se había de levantar en alto y me- terse en el çielo hasta anegarlo con su agua, y que el cielo dijo al milano: que si la mar hiciese lo que decía, para quererle anegar que él le echaría encima de su agua munchas yslas y piedras de manera que no pudiese jamás llegar su agua a donde el cielo estaba ni hacerle mal alguno, porque con las yslas e piedras que le echaría encima la mar se andaría a la redonda de ellas y no tendría lugar de se levantar contra el cielo como decía ni subirse en lo alto porque el muncho peso de las yslas y piedras se lo estorbaría. Pues luego que el milano oyó esto al cielo, se bajó a la mar y le dijo que el cielo estaba muy enojado con ella y que le quería echar encima munchas yslas e piedras muy grandes y de muncho peso, habiendo la mar entendido lo que el milano decía que el cielo quería echar contra ella, se enojó contra él. En tal manera que comenzó a levantarse y a crecer y subirse tanto arriba con tanta fuerça e ympetu, con determinación de anegarle, que el cielo començó a temer y a yrse subiendo más arriba porque la mar no le anegase con lo qual la mar se levan- taba con más fuerça y furor

​

/28v/ y procuraba subir más alta. Y visto el cielo que todavía la mar le yba siguiendo y creciendo más le començó a echar en- zima munchas piedras muy grandes y munchas yslas con el peso de las quales la mar se fue abajando a su lugar, donde estaba primero, y andaba entre las yslas y piedras que el cielo le había echado encima que no pudo más subirse contra él. Quedándose el cielo en su mismo lugar muy contento con lo que con la mar había hecho. Pues luego que el milano vido la tierra sobre la mar bajó a ella con muncho contento por haber hallado donde descansar del con- tinuo volar que tenía y que estando en la tierra descansando vio por el agua venir una caña que tenía dos canutos tan solamente los quales la resaca de la mar los traía y llevaba hacia la tierra donde el milano estaba a la orilla de la qual siempre la resaca de la mar los llevaba a dar a los pies del milano y aunque se desviaba a otra parte para que no le diesen en los pies, todavía la caña se yba a donde el milano estaba y le daba en los pies y le lastimaba con los golpes que le daba por lo qual el milano començó a dar grandes picadas en la caña y hizo tanto con el pico que vino a quebrar y deshacer los dos canutos de caña y dellos salieron luego del uno un hombre y del otro una mujer. Y que éstos ffueron el primer hombre y mujer que hubo en el mundo; y que el hombre se llamó Calaque y la mujer Cabaye de los quales dicen los Bisayas que tuvie- ren principio los nombres de mujer y hombre que entre ellos hay, porque en su lengua llaman al hombre Alaque y a la mujer Babay derivados de estos dos primeros nombres de hombre y mujer que fueron hallados en los dos canutos de caña que el milano hizo pedaços. Dicen más que luego que el hombre y la mujer salieron de los dos canutos de caña, el hombre dijo a la mujer que se casasen el 

​

/29/ uno con el otro para que multiplicasen y hiciesen generación. Y que la mujer no quiso venir en el casamiento diciendo que no era justo que ellos se casasen porque eran hermanos y se habían criado juntos en aquellos dos canutos de caña, donde no había de por medio más que tan solamente un nudo de la misma caña; que si se casaban los castigaban sus dioses Magua- yem y Malaon que así nombran y llaman a éstos que son los más principales dioses que entre ellos hay. El hombre dijo a la mujer que de ello no tuviese ningún miedo que bien se podrían casar y que para saber si los dioses se enojarían o no de ello que se lo preguntasen a los peces de la mar que ellos dirían si se enojarían sus dioses de su casamiento, y con este acuerdo lo fueron a preguntar a los toninas y les respondieron que se podían muy bien casar que no tuviesen temor que fuesen por ello castigados de sus dioses porque también se habían ellos casado siendo hermanos como ellos y habían venido en gran- de multiplicación y abundancia como vian y no les habían castigado por ello los dioses. Y aunque esto vio y entendió la mujer no quiso venir en el casa- miento con su hermano por el temor que a sus dioses tenía; y el hombre le tornó a decir que para más satisfacción de saber si sería bien casarse entre ambos y que no se enojaban dello los dioses se lo tornasen a preguntar a las aves que ellas lo dirían y acordados en esto se fueron entrambos a las palomas y se lo preguntaron diciéndoles como eran hermanos y si los dioses se enojaban si se casaban el uno con el otro, las palomas dijeron la misma respuesta que habían dicho las toninas diciéndoles: que era bien que los dos se casasen y que hubiese dellos muncha generación porque lo mismo habían ellas hecho por lo qual habían multiplicado tanto en la tierra y que aunque eran hermanos no se habían por ello

​

/29v/ enojado los dioses. Y con todo esto que la mujer oía no osó determinarse a casar por el temor que a los dioses tenía sino vino a decir que si se había de casar era preguntándoselo a algún dios de los suyos, y que si él se lo decía que entonces se casaría y no de otra manera. Y el hombre dijo que así se hiciese y de un acuerdo fueron ambos a lo saber y preguntar al dios Linuc que es el temblor de la tierra, y habiéndoselo preguntado dio por respuesta y dijo que era cossa justa que los dos se casasen y ampliasen el mundo con su generaçión, que no temiesen que por ello los dioses se enojarían con lo qual la mujer vino y concedió en el casamiento, pues los pescados y las aves y el dioss Linuc se lo decían. Con que el casamentero entre ellos fuese el mismo dios Linuc temblor de la tierra y volviendo a él para que los ca- sase y los casó y quedaron contentos. Dicen más que poco tiempo adelante la mujer se empreñó y vino a parir de una vez muncha cantidad de hijos e hijas que no les podían sustentar después de criados porque eran todos tan hara- ganes que se estaban en casa y no se les daba nada por buscar lo necesario ni menos querían ayudar a sus padres para ello; de lo qual se vinieron a enojar con los hijos y determinaron de los echar de su casa e para esto un día viniendo el padre de fuera fingió venir muy enojado y entrando en casa como los vido a todos jugando y ociosos tomó un palo y dando grandes voces dio tras los hijos dando a entender que los había de matar, y los hijos dieron a huir no osando esperar a su padre viéndole tan enojado temiendo que les había de matar y se apartaron unos de otros donde mejor pudieron yéndose munchos fuera de casa de su padre y 

​

/30/ otros se metieron en el aposento de la casa y algunos se quedaron en la sala principal della y otros se escondieron detrás de las paredes de la misma casa y otros se fueron a la cocina y se escondieron entre las ollas y en las chimeneas. Dicen pues estos Bisayas que destos que se metieron en los aposentos de la cassa vienen ahora los señores y principales que hay entre ellos y los que mandan y a quien respectan y sirven que son entre ellos como en nuestra España los señores de título, llámanles en su lengua datos. Y a los que se quedaron en la sala principal de la casa son los caballeros y hidalgos entre ellos porque son libres y no pagan cosa ninguna a éstos llaman en su lengua timaguas. Los que se pusieron detrás de las paredes de la casa dicen que son los que tienen por esclavos a los quales llaman en su lengua oripes. Los que fueron a la cocina y se escondieron en la chimenea y entre las ollas dicen que son los negros diciendo y afirmando que vienen de ellos todos los negros que hay en las Philipinas yslas del poniente en las se- rranías de ellas. Y de los demás que se fueron fuera de casa que nunca más volvieron ni supieron dellos dicen que vienen todas las demás generaciones que hay en el mundo, diciendo que éstos fueron munchos y que se fueron a munchas y diversas partes. Y esto es lo que tienen del principio y criación de los hombres teniendo junto con esto a sus antepasados por dioses, como los tienen. Diciendo que les puede favorecer en todas sus necesidades y dar salud o quitársela y así quando las tienen los ynvocan y llaman teniendo que a todo les han de acudir. Dicen 

​

/30v/ así mismo que la causa porque los que mueren no tornan a volver a este siglo es porque uno de sus antepasados luego que començó a haber hombres que se decía Pandaguam que fue el primero según ellos que ynventó el arte y manera de pescar y hizo en la mar corrales para este effecto. Que tomó un día en un corral de pescar que hizo un tiburón y que sacándole en tierra se le murió y que le hizo obsequias como si fuera algún hombre por lo qual se enojaron contra él los dioses y enviaron un rayo del cielo que mató a Pandaguam porque hizo obsequias al tiburón. Al qual Pan- daguam después de muerto los dioses lo llevaron al cielo y entraron en con- sulta con él y lo tornaron a enviar al mundo habiendo pasado treinta días que murió para que viviese y estuviese en él. Y que en estos treinta días que Pan- daguam estuvo en el cielo y fuera del mundo su mujer que se decía Loboblam se amancebó con uno llamado Marancon entendiendo que Pandaguam su marido no había de volver más al mundo. Tenía Pandaguam en esta su mujer un hijo que se decía Anoranor el qual fue el primero que vio a su padre quan- do volvió al mundo porque estando en su casa lo vido porque allá fue donde primero Pandaguam vino por ver a su mujer Loboblam; y preguntando a su hijo Anoranor por su madre le dijo el hijo que no estaba en casa y mandole que la fuese a buscar y le dijese que ya había reçuçitado y que los dioses le habían enviado al mundo y que quedaba en su casa aguardándola. Estaba Loboblam en aquella sazón, quando el hijo le fue a decir lo que Pandaguam le mandaba, en casa de su amigo Marancon holgándose en un convite que le hacía de un puerco que había hurtado por lo qual es tenido entre los Bisayas este Marancon por el ynventor del 

​

/31/ hurto. Y como el hijo dijo a Loboblam que se fuese luego a su casa porque ya Pandaguam había resucitado y la enviaba a llamar porque la quería ver; enojose de esto Loboblam con su hijo Anoranor dándole muy áspera y fea respuesta diciéndole que mentía en lo que le había dicho y que se fuese y no le dijese ninguna cosa de aquéllas que pues ya Pandaguam era muerto que no había de volver más al mundo que pues el tiburón a quien él mató y hizo obsequias no había resucitado menos resucitaría Pandaguam su padre. Y con esta respuesta volvió Anoranor a su casa y dijo a su padre Pandaguam lo que su madre Loboblam había dicho dándole con esto quenta de todo lo que había hecho después que fue muerto con el rayo por los dioses y cómo se amancebó con Marancon. Sintió muncho Pandaguam esto y saliéndose de su casa con muncho enojo contra su mujer se fue al ynfierno a quien llaman en la lengua suya Sular; y que nunca más pareció ni volvió al mundo de lo qual tiene estos bisayas que los hombres se hicieron mortales por haber hecho Pandaguam obsequias al tiburón muerto. Y tienen también que la causa porque los muertos no vuelven a esta vida del mundo después que mueren fue porque la mujer Loboblam no quiso venir al mandado de Pandaguam su marido, porque de antes de todo esto que hemos dicho tenían por ynmortales a los hombres y si alguno mataban los dioses le resucitaban luego y volvían al mundo y a vivir como primero como hicieron a Pandaguam más desacatados los que se morían y van al ynfierno a quien como hemos dicho llaman Sular. Hasta tanto que hubo entre ellos una cierta mujer 

​

/31v/ llamada Sibayc oma he lucy y otros llaman Sibayo mas trasan, la qual dicen ordenó un sacrificio a sus dioses para que las ánimas de los que muriesen no fuesen al ynfierno sino que fuesen por ellos enviadas a cierta parte de aquellas yslas en las más ásperas montañas, donde no fuesen vistas de ningún viviente, donde estuviesen en vida regalada y en banquetes de lo qual adelante daremos más particular relación. A este sacrificio que esta mujer ynventó llaman en su lengua maganito y pueden lo hacer hombres y mujeres y los que los hacen les llaman Baylanes si son hombres y si son mujeres Baysanas que es como entre nosotros hechiceros o hechiceras o encantadores o encantadoras y entre los gentiles romanos sacerdotes o sacerdotisas. Éstos ynvocando a sus dioses o demonios por mejor decir con ciertas palabras supersticiosas y ademanes que tienen; matando el sacerdote o sacerdotisa que ha de hacer el sacrificio con sus propias manos, con una lanza, un puerco a el cual cortándole la cabeça la pone por sí y aparte de toda la demás carne no tocando nadie a ella de los que presentes se hallan sino tan solamente el sa- cerdote que ha de hacer el sacrificio o maganito como ellos dicen, diciendo que aquella cabeça es para los dioses y que nadie puede tocar a ella sino el que hace el sacrificio, el qual después de haber hecho el sacrificio o hechizo se la come él solo. Y la demás carne se reparte entre todos los que se hallan pre- sentes al sacrificio comiendo muy espléndidamente bebiendo cierta bebida que hacen de arroz hasta que se emborrachan y los llevan a sus casas sus criados y amigos de los braços 

​

/32/ o a los hombros. Y este sacrificio es el que acostumbran hacer quando está alguno enfermo y para que sus dioses le den salud y saber dellos si les es acepto este sacrificio hacen esto: toman los que tienen este oficio de sacerdotes el redaño del puerco que han muerto y pónenlo sobre el suelo de una olla de barro, tocando a este tiempo unas campa- nas que ellos aconstumbran haciendo con ellas muy grande ruido, diciendo algunos cantares y haciendo otras cosas de regocijo y alegría. Estando a todo presente el enfermo por cuya salud hace el sacrificio derramando por el sue- lo muncha de la bebida que allí tienen para sólo este efecto diciendo que aquello que se derrama es para que beban sus dioses. Ynvocando junto con esto a sus antepasados teniendo por cierto que les pueden favorecer y dar salud porque también los tienen por dioses y si acaso el enfermo muere sien- do el tal persona poderosa quando le entierran meten juntamente con él al- gunos de los esclavos que tiene, enterrándolos vivos de por sí porque al principal pónenlo en un ataúd de madera dentro de su mesma casa diciendo que los han menester los difuntos para que les sirvan en el otro mundo. Y les aderezan la comida y lo demás que hubieren menester para lo qual hacen otro sacrificio y borrachera de munchos convites ynvocando a los demonios con ciertas palabras que aconstumbran pidiéndoles que tengan por bien que las ánimas de todos aquellos que allí se entierran las dejen salir del ynfierno y las lleven a unas serranías muy ásperas y muy altas a donde no habita gente por 

​

/32v/ su mucha aspereza. Para que allí estén holgándose y banqueteando en vida regalada en las quales ellos entienden que están sus antepasadoss ocupados de continuo en comer y beber muy regaladamente. Y afirman tan en su seso este desvarío que oírselo pone admiración de ver quan creído tienen esto, que no hay quien se lo quite de la cabeça aunque más les digan y afirmen que no es así ni pasa tal. Tienen otros abusos y supersticiones como es que saliendo de sus casas para alguna parte si alguno dellos o otro estornuda se tornan a entrar en ellas y se están un cierto espacio de tiempo que no tornan a salir y acabado salen y van a hacer lo que yban. Y quando han de yr a algu- na parte fuera de sus pueblos a contratar o a hacer guerra o a otra cossa alguna echan suertes con unos colmillos de caimanes que para esto tienen para por ellas saber si les ha de suceder bien en aquel camino que quieren hacer; y si la suerte muestra que ha de suceder bien en aquel camino que quieren hacer y si la suerte muestra que ha de suceder bien van luego a ello haciendo primero dos o tres días borracheras. La misma orden guardan si han de yr a la guerra y si la suerte no es buena dejan el camino o viaje por algunos días hasta que le salga buena suerte. Hay así mismo entre los bisayas unos a quien ellos llaman axuanes o malaques que es lo mismo que entre nosotros brujos y dicen que tienen poder para matar a quien ellos quieren con sólo decir que se mueran las personas a quien estos axuanes o malaques quieren matar y 

​

/33/ dicen que también hacen lo mismo si se enojan con alguna persona que con sólo el mirar la matan. Y si alguna vez sucede que en el pueblo o parte donde alguno de estos hechiceros están que muere alguna persona principal o hijo suyo, matan luego los parientes del principal que murió al hechicero que está o vive en aquel pueblo juntamente con todos los de su casa y parentela, diciendo que aquel brujo mató al tal principal y que por esto nadie de su linaje ha de quedar vivo porque el que quedare ha de ser como el mismo hechicero y ha de matar a otros muchos. Quando juran aconstumbran decir en sus juramentos estas palabras teniéndolas por gran juramento y que el que las dice no ha de osar decir mentira: el sol me parta váyame yo con el sol o muérame con él o el caimán o lagarto me coma si esto que digo no es así verdad, tenien- do que si no la dicen les ha de suceder lo que en el juramento han jurado; y con todo dicen mil mentiras y falsos testimonios. Tienen por muy cierto que todos los que mueren a puñaladas o les come algún lagarto o bestia fiera así de mar como de tierra o al que mata algún rayo del cielo que los tales a quien semejantes muertes suceden sus ánimas van al cielo con sus dioses y no a las serranías altas que atrás dijimoss que van los que mueren de sus enfermedades diciendo que éstos se suben al cielo por los arcoss que en él parecen quando hay lubias [lluvias] a los quales estiman y tienen en muncho diciendo que son muy valientes. No tienen templos ningunos donde adoren y reverencien 

​

/33v/ a sus dioses, ni menos tienen ningunos religiosos que les enseñen ni prediquen sus ritos ni hagan vida de abstinencia ni religión como tienen los demás ydó- latras que hay en el mundo. Tan solamente tienen los hechiceros o hechiceras que hemos dicho los quales no hacen otra cosa más que las supersticiones de matar el puerco con todo lo demás que sobre ello dijimos, ni hay más orden de religión. Estos bisayas traen el cabello muy largo así hombres como muje- res y précianse muncho dello, peinándose muy a menudo echando en él ciertos yngüentos olorosos que hacen para ello; tráenlo cogido a un lado de la cabeça hecho con el mismo cabello una lazada muy pulida que no se les deshace si de propósito no se la quitan. No traen ningún tocado las mujeres en que lo traigan cogido sino solamente como he dicho con la lazada que en su manera es muy pulida y parecen bien. Y los hombres lo traen cogido con unas telillas muy galanas con que le dan unas vueltas a la redonda de la cabeça a las quales llaman purones de que luego trataremos. Los hombres y mujeres traen las orejas abiertas por munchas partes y en las aberturas dellas se ponen las mu- jeres y hombres munchas cosas y joyas de oro hechas con muncho primor porque hay para esto entre ellos munchos y muy buenos oficiales que labran de philygrana escogidamente y con muncha sutileza. Unas son de hechura de rosal y éstas las traen las mujeres solamente y llámanlas pomaras, otras son como argollas redondas que

​

/34/ las traen los hombres y mujeres llámanles pamcas y traen algunos tres o quatro pares dellas en las orejas que como tienen tantos agujeross en ellas lo pueden hacer. No tienen estos bisayas rey ni persona mayor a quien todos obedezcan, generalmente lo que más tienen es en cada un pueblo hay uno o dos o más principales a quien en su lengua como hemos dicho llaman datos, que es como en España señores de título; a éstos obedecen los de aquel pueblo en todo lo que les mandan porque los más dellos son esclavos de éstos y los que no lo son en el pueblo son deudos de los datos a los quales llaman timaguas, que es lo que en Castilla hidalgos porque son exentos de no pagar ni contribuir ninguna cosa a los datos o principales. Tienen de ordinario entre sí los bisayas munchas guerras y diferencias mayormente antes que viniesen españoles a su tierra que apenas había pueblo que tuviese paz con sus vecinos; matándose y robándose unos a otros con muncha crueldad, haciéndose mil trayciones que de esto son grandes maestros, tomán- dose unos a otros por esclavos, no guardando la palabra que daban y prometían. Agora después que hay entre ellos españoles han çesado casi de todo punto estas cosas porque apenas hay entre ellos guerras y diferencias porque los españoles se las componen y les quitan de debates porque como los tienen en encomienda y les pagan tributo procuran de que no haya ninguna de estas cosas y las justicias por su parte hacen lo mismo. Las

​

/34v/ armas que estas gentes aconstumbran son unos puñales de extraña hechura las vainas de ma- dera llámanles bararaos, y unas lanças con unos hierros de hechura de lenguados las astras pequeñas de la estatura de un hombre poco más. Tienen paveses de madera con que se cubren los cuerpos quando pelean, son largos y angostos; tienen algunos muy galanos y pintados. Hacen unas armas a manera de coraças de hilo de algodón muy fuertes que aunque les den o tiren con una lança aunque sea de muy cerca no les harán daño ninguno; tienen otras hechas de palo a manera de petos y espaldares que defiende una flecha y una lançada. Tienen arcos y flechas en los hierros de las quales echan algu- nas veces ponçona que hay muncha en todas las yslas Philipinas y en algunas de estas yslas usan unas cerbatanas como los que en España hay con que matan pájaros con las quales tiran unas flechuelas muy pequeñas con hierros muy agudos las quales tiran por el agujero de la cerbatana y van los hierros de estas flechuelas llenos de ponzoña o yerba; y si hacen sangre en la herida que dan o hacen mueren de ella aunque sea muy poca. Hacen munchas lanzas de palo y cañas con las puntas tostadas las quales tiran muy a menudo quando pelean unos con otros, tienen rodelas hechas de bejucos son muy fuertes porque no se pueden cortar ni pasar de ninguna cuchillada que sobre ellas den en algunas partes. Traen en las cabeças unos como cascos o morriones hechos de cuero de pescado que son muy fuertes. Tienen algunos coseletes hechos de cuero de búfano y algunos hay de cuero de elefante que hay algunos en una ysla llamada Xolo aunque no son

​

/35/ tan grandes como los de la Yndia. Tienen munchas manera de navíos de muy diferentes hechuras y nombres con los quales hacen sus guerras y van a sus navegaciones. Son por la mayor parte pequeños los que usan para la guerra e yr a robar llaman ba- rangays y si son algo grandes llámanles vireyes; éstos son muy largos y angos- tos, van en ellos cinquenta personas y si son algo grandes van ciento todas las quales han de remar excepto el principal que va en el navío. Los remos de estos navíos son del tamaño de una vara de medir poco más con sus palas muy bien hechas, estos remos no los atan al navío para remar con ellos sino que sentados los que reman a bordo del navío van remando con el remo muy descansadamente con entrambas manos. Son los navíos demasiadamente li- geros echan dos o tres andanas de remos por banda quando tienen gente para ello, yendo asentadas y puestos estas andanas que digo en unos contrapesos que los navíos llevan hechos de cañas muy grandes que hay en todas las Philipinas yslas del poniente, los quales contrapesos van fuera del cuerpo del navío por entrambas partes y en ellos van sentados los que reman muy sin pesadumbre. Con estoss contrapesos van los navíos muy seguros que no pueden çoçobrar y sufren muncha mar a causa que suspenden el navío para arriba y no quiebran las olas en el cuerpo del navío sino en el contrapeso. Usan de velas redondas como las nuestras. Tienen otros navíos que llaman birocos sson más grandes que los que hemos dicho porque hay algunos

​

/35v/ que son de por- te de quinientos o seiscientos hanegas de trigo. Son también de remos mas son muy largos y van atados al navío como los nuestros y tienen diferente hechura; éstos son los mayores navíos que tienen, todos los demás son pequeños y nómbranlos por muy diferentes nombres y tienen diferentes hechuras que no hay para qué tratar aquí dellos pues no ymporta muncho. No tiene estas gentes justicias ni hombres diputados para el bien común e de sus repúblicass ni se castigan los delitos que hacen o cometen por ninguna per- sona, sino que cada uno que es agraviado toma por sí la satisfacción de las ynjurias que le son hechas. Los principales hacen lo que quieren sin haber quién les vaya a la mano haciendo esclavo al que se les antoja por muy poqui- to que contra ellos se haga y dan libertad con la misma facilidad a quien quieren sin haber quién en nada les vaya a la mano. Aunque después de los españoles están en las Philipinas y las tienen pobladas no les dejan hacer ni consienten a nadie ninguna de estas tiranías yendo a la mano a los principales y a loss demás que las quieren hacer y lo mismo hacen las justicias donde están. Los edificios y casas que tienen y asientos de los pueblos son muy rui- nes porque no tienen traça ni orden ni concierto en ello, son de palos y de cañas muy grandes que hay en todas las Philipinas yslas del poniente porque tienen a siete y a ocho braças y tan gordas como casi el muslo, sírvense de ellas para 

​

/36/ todos sus edificios y obras. Hacen de ellas las paredes y suelos altos de las casas partiéndolas por medio tejiéndolas unas con otras de la manera que los cesteros hacen las mimbres quando hacen alguna canasta. Los pueblos no tienen concierto en sus calles ni casas sino que cada uno la asienta y pone donde le parece, hay en las calles y entre lass casas munchos árboles silvestres y palmas de cocos aunque en las partes que hay doctrinas los reli- giosos les han puesto que tengan en esto alguna pulicía y la hay. Tienen de ordinario las casas y pueblos a la orilla de los ríos y partes pantanosas y çena- gosas porque entre ellos lo tienen por mejor. Báñanse todos los días así hombres como mujeres una o dos veces al día públicamente echando las carnes de fuera tapándose las vergüenças con las manos tan solamente hasta entrar donde se las cubra el agua a cuya causa son todos los más muy grandes nadadores y amigos de andar en el agua, así hombres como mujeres porque desde que nacen los enseñan a esto. En sus casamientos tienen esta constumbre que que- riendo casar algún padre a su hijo con hija de otro el padre del hijo se con- cierta con el padre de la hija en esta manera: que le da para ella y porque se case con su hijo cierta cantidad de oro o su valor como mejor entre ellos se conciertan conforme a la calidad de cada uno; y esta cantidad se la da a el padre de la moça y se queda con ella sin darla a su hija hasta tanto que los casados hacen y tienen casa por sí y aparte que entonces se la dan. En estos casamientos se ayudan los parientes unos a otros de esta manera: que el padre de la desposada hace al padre del desposado que dé a sus deudos 

​

/36v/ de la des- posada alguna cossa por razón del casamiento y lo que les dan a los parientes se quedan con ello. Mejoran entre ellos de ordinario a las mujeres diciendo que pues ellas no han de yr a ganar lo necesario las han de mejorar; puéden- se casar con las mujeres que quisieren estando vivas todas sin que por ello tengan pena ni castigos. Si quieren descasarse de la mujer que tienen lo pue- den hacer dejándole lo que dio por ella al tiempo que se casó al qual precio llaman buguey que es lo que en España llamamos docte; y si es la mujer la que se quiere descasar no ha de llevar nada y qualquiera de los dos se pueden luego tornar a casar. Si la mujer hace adulterio puede el marido dejarla y quitarle todo lo que tiene y pudiendo haber al adúltero lo puede matar en qualquier parte sin pena ninguna; y si le da alguna cosa la puede tomar y le perdona por ello y con esto no es afrenta entre ellos, aunque lo que le da sea de muy poco valor. Al principio del casamiento no paran en que la mujer esté virgen o no porque todas las más están a este tiempo corrompidas y no hacen caso de esto ni reparan en ello aunque tienen por afrenta el parir no siendo casadas. Traen las mujeres en los braços munchas manillas de oro y otras de marfil y también los hombres usan de esto muy de ordinario, a las de oro llaman ganbanes y las de marfil tiposos; estiman en muncho las de marfil. Traen al cuello algunas cadenas de oro teniéndolas por muncha gala y bizarría, las mujeres se ponen en las piernas manillas de oro y alatón porque

​

/37/ las traen descubiertas hasta las pantorrillas y tiene traer manillas en las piernas por muncha gala. Los juegos y pasatiempos son hacer que los gallos peleen unos con otros teniéndolos para esto muy cebados y regalados en sus casas y quando han de pelear pónenles unas navajelas muy sutiles y agudas hechas como alfanjuelo con un encaje para atársela a las piernas junto a donde les nace el espolón. Y de esta manera les hacen pelear unos con otros poniendo por precio que el dueño del gallo que saliere vencedor lleve al vencido para se le comer o hacer de él lo que quisiere. Este solo juego e pasatiempo tienen y hacer borracheras que ésta es la fiesta más principal que entre ellos hay. No tienen día de fiesta ni de guardar para ninguna cosa; ahora que los españoles están en aquellas partes han tomado de ellos algunos juegos como es el de el argolla y damas de ajedrez de que hay muy buenos maestros espeçialmente del argolla, algunos se han dado a los naipes y los juegan aunque de éstos hay pocos. Los oficios que hay entre ellos son carpinteros que hacen todo lo que se les pide de carpintería como son casas, cajas, navíos, bancos; los navíos hacen sin llevar ningún género de hierro ni brea ni otro betumen sino tan solamente la madera y hácenlos tan estancos que no les entre agua ninguna. Son en extremo muy pulidos y bien labrados y plateros de oro que labran de filigrana sutilísimamente y saben fundir y afinar el oro muy bien y herreros que hacen de hierro muy bien qualquier herramienta que 

​

/37v/ se les pida. Éstos son los oficios que entre ellos hay más ordinarios y hacen todos los demás en que les ymponen que para todo tienen habilidad. Son, en general, grandísimos haraganes y enemigos del trabajo, gastan el más tiempo del año en andarse holgando y enborrachándose que si la necesidad no les constriñe- se dejarían de sembrar sus sementeras y arroz y las demás cosas que siembran para su sustento. No tienen huertas ni legumbres ni árboles frutales que cul- tivar porque todass sus frutas son silvestres y agras y de mal gusto y paladar; sólo los plantanos son buenos y de éstos hay gran cantidad y diversidad de munchas suertes dellos los quales cultivan en sus casas y sementeras con al- gunas cañas dulces y patatas y camotes de que también hay abundancia. No aconstumbran a dormir en camas ni las tienen aunque hay conmodidad para ello porque las podrían hacer de cierta cosa que cogen de los árboles que en su lengua llaman baro que sirve por colchones como lana. Duermen en el suelo de sus casas en lo alto dellas que es lo que habitan porque de lo bajo no se sirven. Ponen debajo de los cuerpos tan solamente unas esteras de palmas, otros duermen en unas como hamacas hechas de mantas de algodón las qua- les cuelgan con dos ramales de soga de los palos o cañas de la casa y de esta manera son sus camas. Las mujeres tienen por afrenta parir munchas veces especialmente las que habitan en los pueblos

​

/38/ cercanos a la mar diciendo que el tener munchos hijos son como puercas a cuya causa después que tienen uno o dos las demás veces que se empreñan estando ya de tres o quatro meses que se les echa de ver la preñez matan la criatura en el cuerpo y vienen a mal parir. Y hay mujeres que tienen esto por oficio y sobando las barrigas ponen cierta yerba con que muere luego la criatura y mal pare la preñada. Aconstum- bran también hacer esto las que no son casadas quando están preñadas que también tienen por afrenta tener hijos no siendo casadas aunque no la tienen en andar y tener quenta con los hombres siendo solteras y estar con ellos amancebadas. Son todas más ordinariamente más amigas del trabajo que no los hombres porque cosen, labran, hilan y tejen mantas de algodón y otras cosas de que se visten. Van a las sementeras y trabajan en ellas haciendo oficios de hombres. En general, son muy dadas al vicio de la carne y muy ynterésales. No saben agradecer ninguna buena obra que por ellas se haga y lo mismo hacen los hombres y aunque les den muncho jamás agradecen nada y no saben dar en recompensa de lo que les dan ninguna cossa porque su negocio está fundado en ynterés sin el qual no hay hacer virtud. Hay entre estas gentes tres suertes y maneras de esclavos, unos a quien llaman hayoheyes de éstos se sirven dentro de su casa de todo lo que han menester y mientras que son solteross 

​

/38v/ hacen todas las cosas que los mandan; y en casándose toman casa de por sí y mientras no tienen hijos acuden a hacer el mismo servicio que hacían quando estaban dentro de las casas de sus amos de cinco días de la semana los dos. Y entonces son de la segunda suerte de esclavoss a quien llaman tuheyes y en teniendo hijos van quitando de los días del servicio a su amo y si tienen munchos hijos no sirven de ninguna cosa diciendo que harto tienen que hacer en buscar de comer para sus hijos. A la tercera suerte de es- clavos llaman horohanes, éstos tienen tan solamente nombre de esclavos por- que no sirven de ninguna manera sino es quando sus amos van fuera alguna guerra que entonces loss llevan para bogar en los navíos en que van por la mar y si es por tierra van haciendo oficios de soldados; de ordinario llevan éstos a sus casas quando hacen algún convite y borrachera para que se hallen en ellas como convidados. Y quando estos esclavos se mueren sus haciendas sin dejar nada las toman sus amos para sí y si tienen hijos los tales hijos no han de servir a los amos de sus padres mientras los padres viven, mas luego que mueren sus padres han de servir a sus amos en lugar de sus padres y en el mismo oficio que hacían siendo entre ellos esto ley ynviolable. Aconstumbran también los principales hacer esclavos a los que matan alguno o cometen algún adulterio y esto es no teniendo alguna cosa con qué poder pagar

​

/39/ la muerte o adulterio que hicieron y en esto no perdonan a nadie aunque sea muy cercano pariente suyo. Y la pena que por estos delitos les ymponen es cierta cantidad de oro o su valor que será como en Castilla quince ducados cuando más y no pagando esto quedan hechos esclavos. Aconstumbran los padres vender a los hijos y hermanos a hermanos en tiempo de necesidad y hambre y quedan los vendidos hechos esclavos perpetuos. No se prestan unos a otros cosa alguna y quando alguna cosa de estos hácenles han personalmen- te de servir hasta tanto que se le paguen realmente no descontando por lo que les han servido ninguna cosa y de otra manera no hay hacer virtud aunque sea un hermano con otro. También se puede uno a sí mismo hacer esclavo de esta manera: que siendo tan pobre que no tenga ninguna cosa con que poder- se sustentar porque le den de comer y lo demás necesario se puede hacer esclavo y hay munchos que por sólo esto lo son. Tienen otras munchas suertes y maneras porqué hacen los principales esclavos por no más de que pisan el sol las quales por ser tantas dejo de las decir aquí por no cansar con ellas al lector; y porque se vean algunas y saquen por ellas las demás diré solamen- te dos: la una es que por sólo que alguno pase por junto a un principal o si el principal se topa con él si no se desvía tan presto como quiere le hacen esclavo; y si alguno entra o pone los pies en el agua sementera del principal le hacen esclavo y a este tono van las demás cossas que tienen para hacer esclavos. No tienen ley ni constumbre de obligar a nadie a pena de muerte por ningún delito sólo pueden hacer los esclavos como hemos dicho mas matarlos de ninguna manera.

​

/39v/ Tienen por hermanos tan solamente a los que son hijoss de un padre y de una madre y si el padre o la madre se casa segunda vez y del matrimonio tienen algún hijo o hija los que antes tenían qualquiera dellos del primer matrimonio no se tienen por hermanos de los del segundo matrimonio ni los nombran por tales, porque tan solamente llaman hermanos a los que son hijos de un mismo padre y de una madre. No aconstumbran ce- lebrar matrimonio ni hacerlo con estos hermanos de padre o de madre que esta sola diferencia hacen de los demás deudos porque con todos se casan en qualquier grado de parentesco que sea fuera de padre y madre o hermanos de padre y madre o de estos hermanoss de padre o madre tan solamente a quien decimos que no tienen ni nombran por hermanos. Las obsequias que estas gentes hacen a sus difuntos son que muriendo algún principal le meten en un ataúd de madera y pónenle en lo alto de la casa y todas las noches le alumbran dos esclavos suyos con unos hachones de cañas encendidas que ellos acons- tumbran; de ordinario para este menester hacen de esto más de dos meses arreo y hacen matar algunos esclavos del difunto dándoles la misma muerte que su amo tuvo como es que si murió ahogado en el agua ahogan también a los esclavos en el agua y si lo mataron a puñaladas mátanlo a puñaladas de manera que de la misma muerte que el amo muere han de ser muertos los esclavos. Y si muere de su enfermedad ahóganlo o entiérranlo vivo diciendo que así es menester se haga porque estos esclavoss que matan en la manera que hemos dicho dicen que 

​

/40/ son para que vayan al otro mundo a servir a sus amos y aderezarles la comida poniendo junto con esto algunas ollas y platos debajo de las casas con alguna comida, colgados del enmaderamiento de la casa; diciendo que aquello es para que los difuntos coman. Y a los muy principales aconstumbran enterrarlos en unos navíoos a quien llaman barangay con munchos esclavos suyos vivos y metiendo muncha comida, vestidos y joyas diciendo que los esclavos son para que les sirvan como quando anda- ban navegando por la mar. En las cosas de su comer no son nada curiososs porque no saben hacer guisados ni tienen en ello alguna puliçía. Su ordinaria comida es un poco de arroz cocido en agua tan solamente y un poco de pescado seco al sol que huele mal y esto tienen por comida. También tienen al- gunas gallinas y puercos y venados de que hay abundancia en las Philipinas. Y búfanos que los hay en algunas partes de estas yslas muy grandes y feroces. Tienen vino de munchas suertes porque le hacen de arroz de palmas de cocoss y de plátanos y de otro género de palmas que servían en los lugares cenagosos a quien llaman en su lengua nipa, éste es razonable vino y se emborrachan con él. El que más ordinariamente beben es el del arroz y llámanle pangasi. Quando hacen amistad con los que tienen guerra o con otros algunos acons- tumbran sacarse una poca de sangre de los braços o de otra parte del cuerpo y danla a beber a los que quieren ser sus amigos y los otros hacen otro tanto y de esta manera dicen que

​

/40v/ queda el amistad y paz hecha perfectamente y que no se ha de quebrantar. También aconstumbran hacerse la dentadura negra o morada haciéndola muy de propósito de esta manera con cierto çumo o yerba que para esto aconstumbran traer en las bocas. Y algunos traen los dientes engastados en oro especialmente traen esto las mujeres haciendo con el oro en la dentadura una faycion como almemnas tan pulidamente asentadas en el mismo hueso del mismo diente que no parece sino que allí en la denta- dura se naçió juntamente con ella, y ponen esto de manera que nunca jamás se cae el oro. Hay entre ellos de este menester muy grandes y pulidos oficiales. No tienen género de música ni instrumento della sino tan solamente unas como guitarras o rabeles que tienen tres o quatro cuerdas de alambre en las quales tañen sin primor alguno ni concierto. Usan junto con esto algunas trom- pas hechas de caña que tañen con ellas de la misma manera que nosotros con las trompas de París poniéndoselas en la boca y dándoles con el dedo en una lengüeta que tienen hecha de la misma caña; esto sólo tienen de música y quando van remando en los navíos van cantando a compás como van echan- do el remo, a veces apresuradamente y otras yendo más despaçio. Ffinalmente aconstumbran en el pecado de la carne una cossa la más nueva y nunca vista ni 

​

/41/ oída jamás en la qual parece el grande vicio y bestialidad que en este particular tienen la qual es: que los hombres se ponen en el miembro genital y traen de ordinario en él unas rodajas o sortijas con unas puntas a la redonda que salen de lass mismas rodajas o sortijas como de la fforma de ésta que está en el margen [imagen al margen]; las quales hacen de plomo o de estaño y algunas hay de oro. Tienen hechos dos agujeros en la parte que hace el redondo la sortija o rodaja uno por la parte de arriba y otro por la parte de abajo por donde entra o meten un pernete o clavo del mismo metal; que es la sortija que atraviesa el miembro del hombre por el nacimiento del prepuçio y así queda la rodaja o sortija puesta en el mismo miembro genital de la misma manera como quando se pone una sortija en el dedo. Y así tienen acceso con las muje- res y están todo un día o una noche pegados y asidos el uno con el otro de la manera que quedan los perros quando acaban de hacer semejante acto. Sintiendo en esto gran delectaçión mayormente las mujeres. Hay algunas de estas hay algunas de estas rodajas o sortijas que son muy grandes tienen más de treinta suertes dellas y de cada suerte tienen su nombre diferente y el general de todas es en su lengua sacra. Han tenido muy especial cuidado los españoles después que están entre estas gentes de quitar esta abominable y bestial constumbre y han quitado munchas de ellas a los naturales y castigándoles con açotes por- que las traen; y con todo esto no aprovecha nada porque las traen y usan. Muy

​

/41v/ de ordinario traen el pernete o clavo que entra por los agujeros de la ro- daja o sortija y por el miembro del hombre continuamente puesto, en el mismo miembro, porque el agujero no se cierre o porque al tiempo de poner la sortija o rodaja no les dé pesadumbre. Constumbre ynventada por el dimonio para que con ella los hombres ofendan más a dios nuestro señor en este vicio. Esto que hasta aquí hemos escripto son los rictos y ceremonias, usos y constumbres que los bisayas y gentes que habitan en las yslas Philipinas del poniente hemos sabido; y esto de las personas más viejas y principales que hay en ellas porque son los que mejor las saben por ynformación vocal de sus pasados que de unos en otros ha venido de tiempo y memorial y lo cantan en sus cantares donde dan a entender su principio y cuentan sus guerras y todas las demás cosas que hemos dicho; porque no tienen otra escriptura ni cosa que se lo diga ni enseñe sino son sus cantares a quien ellos en su lengua llaman biaus.

​

It is the custom of the Visayans to tattoo their bodies with very elegant figures. These are made with red-hot brass irons by highly-trained artisans who are masters at their art. The figures are drawn with such order, symmetry and coordination that they elicit admiration from those who see them. They are done in the manner of decorations. The men tattoo their bodies all over, including their chests, stomachs, legs, arms, thighs—some men even tattoo their faces. The women tattoo only their hands, and do so most elegantly. For the men these tattoos function as clothing, giving them an acceptable appearance, even though they are generally naked, wearing nothing more than a cotton cloth two fathoms long, or a bit more, and three-fourths of a fathom wide, which with a few expert turns they wrap around their waists and between their legs so as to cover their privates and posteriors, the rest of their body being exposed. This cloth is called a bahag in their tongue, and in this way their tattoos look as fine as if they were dressed very elegantly. They have another kind of apparel, which consists of cotton cloth which they fashion into something like house robes, closed at the front. The men wear very fine headdresses of many colors, which call to mind a sort of Turkish turban. They call these podong in their language, and they are certainly delightful and elegant. The young men look very refined in them, complete with their numer- ous strips of gold. The dress and garments of Visayan women consist of brightly-colored striped cotton fabric, though others are made from one of their plants from which they fashion these garments. And some of the women wear plain taffeta and damask from China. All of these garments are made by sewing a cloth on both sides to form 

​

[27v] what looks like a big wheat sack with two openings. As they slip it on, they insert their heads through one of the openings and turn the fabric down to their waists with both openings falling below. They then cinch a knot in it above the waist; the fabric is loose-fitting enough to make this possible. The garmet hugs their bodies, the knot off to one side in a very elegant manner and the dress looking like they are wearing two petticoats, one longer than the other because of the fold they make, resulting in the dress I have just described. They accompany this with a bodice or doublet with ruffled half sleeves that reach down to the elbows, although some are full sleeved. They are close fitting and collarless and have no neckline; they fasten in front with braids or cords of silk. And many of the women wear a lot of gold jewelry which they use as fasteners; these have small gold herring-bone chains attached to them, each woman according to her means. It is not their custom to wear any kind of chemise; the garments just described are worn next to the skin; their waists and stomachs, together with their legs, are uncovered almost the length of one span. When they venture out of doors they wear a white cotton mantle-like wrap, or sometimes one made from taffeta of different colors. When women leave their homes to visit others, they walk very slowly, making a thousand movements with their bodies, with one arm swinging freely; they consider this very fashionable. The men do the same thing. And if the women belong to the upper crust, they wear crowns and wreaths on their heads made of tinsel imported from China; lacking these, they wear wreaths of flowers and roses picked from the fields.

​

[28r] The beliefs held by the Visayans regarding the origin and beginning of the world are ridiculous, riddled with a thousand absurdities. They say that before there was land, there was only sky and sea, which existed ab eterno, and that a bird flew back and forth between the sky and the sea without ever finding a place to alight. This bird was a kite. It was so exhausted from its continuous flying that it decided to stir up a quarrel between the sky and the sea to see if it could find somewhere to alight and rest from its constant flight, for there was nowhere for it to rest in the sky, much less in the sea. So it flew up to the sky and told it that the sea had said it was going to rise up and flood it with its water. And the sky told the kite that if the sea did what it said, and tried to flood it, it would hurl so many islands and rocks onto it that its water would never reach the sky or do it any harm, because the sea would have to go around the islands and rocks and there would not be enough water to come against the sky as it said. It also would not be able to raise itself up because the great weight of the islands and stones would hold it back. Hearing the sky’s words, the kite flew back down to the sea and told it that the sky was very upset with it and that it intended to hurl many large islands and rocks of great weight onto it. Hearing from the kite what the sky was planning to cast into it, the sea became so angry that it started rising and swelling and ascending with such force and impetus and determination to flood the sky that the sky began to fear and to raise itself even higher so the sea would not flood it. In turn, the sea raised itself with even greater force and fury

​

[28v] and tried to go even higher. And the sky, seeing that the sea continued to expand and pursue it, began throwing many large rocks and islands onto its surface. Their weight caused the sea to subside to its original level, and it flowed around the islands and rocks that the sky had hurled onto it, preventing it from rising further against it. The sky was then very happy to remain in its same place after what the sea had done. Afterwards, the kite saw the land on the sea and flew down to it, quite content to have found a place to rest from its constant flight.

While resting on the land, it saw a bamboo cane with just two joints floating over to it on the sea. The surf knocked it against its feet, and though the kite kept scurrying away so the bamboo wouldn’t strike its feet, the bamboo kept following the kite and hitting its feet, hurting it. So the kite began pecking vigorously at the bamboo until the two joints broke apart. From one of them came a man, and from the other, a woman. And these were the first man and the first woman there ever were in the world. The man was called Calaque and the woman Cabaye. The Visayans say that this is where their words for man and woman come from, because in their language lalaki means man and babaye means woman. The man and the woman were inside the two bamboo joints that the kite broke apart. They also say that after the man and the woman emerged from the two bamboo joints, the man told the woman that they should be married 

​

[29r] in order to multiply and create posterity. And the woman objected to marrying, saying that it was not right for them to marry because they were siblings and had been reared together in those two bamboo joints that were separated by no more than a single joint, and if they married they would be punished by the gods Maguayem and Malaon, for so they are called, being the chief of their gods. The man told the woman not to fear for they could certainly marry, and in order to ascertain whether the gods would be angry with them they should ask the fish in the sea, for these would surely tell them if the marriage would offend their gods. And agreeing on this, they asked the tunas, who replied that it was perfectly acceptable for them to marry and that they had no reason to fear punishment from their gods, for they themselves, though siblings, had also married each other and had multiplied greatly, as could be seen, and had not been punished by the gods for it. And although the woman saw and under- stood this, she still did not wish to marry her brother for fear of their gods. And the man replied that to obtain even greater assurance that it was acceptable for them to marry without incurring the wrath of the gods, they should also ask the birds what they had to say. Agreeing on this, they sought out the doves and asked them if they, as brother and sister, were to marry, would the gods be angry with them? The doves gave them the same answer as the tunas, namely that it was perfectly acceptable for them to marry and beget many children, for they themselves had done precisely the same thing and had as a consequence multiplied greatly on the earth, and that even though they had been siblings,

​

[29v] this had not offended the gods.

And yet despite all the answers the woman received, she dared not marry her brother for her fear of the gods unless she asked one of their gods if she should marry and he told her she should. Under no other circumstances would she consent to do it. The man replied that it would be as she said. And so they went of one accord to consult the god Linog, which is the earthquake. And after they asked him, he replied that it was proper for them to marry and fill the earth with their posterity, and that they should not fear the wrath of the other gods. And with this answer the woman gave in and consented to the marriage. And the fish and the birds and Linog, the god of earthquakes, told them that Linog himself, the earthquake, should be the one to marry them. And thus they went back to him so he might marry them, and he married them, and they were happy.

The story continues: the woman soon became pregnant and gave birth at one time to a large number of boys and girls; their parents could not feed them after they were grown because they were so lazy that they just loafed around the house, lacking any desire to seek sustenance for themselves, much less to help their parents do so. This angered their parents, who decided to throw them out of the house. And so one day the father pretended to be very angry when he came home. As he entered the house, he saw all of his children playing and loafing around. He grabbed a stick and shouted at his children, acting like he was going to kill them. And his children fled, not daring to wait for their father [to calm down], seeing that he was so angry. And fearing for their lives, they scattered into the best places they could find. Many of them left their father’s house, 

​

[30r] while others rushed into the bedroom. Some stayed in the main room of the house, while others hid behind the walls. Still others fled to the kitchen and hid among the pots and stoves. And so these Visayans say that from those who entered the bedroom of the house descended their lords and chiefs who are obeyed, respected and served, like the titled lords in our Spain; they are called datus in their language. And the ones who stayed in the main room of the house became their knights and nobles, because they are free and pay no tribute; these are called timawa in their language. And they say that those who hid behind the walls of the house are their slaves, which they call olipon in their language. They say that those who went to the kitchen and hid in the chimney and among the pots are the Negritos, claiming that from them descend all the Negritos who live in the mountains of the Philippine Islands of the West. And, according to them, from the rest who left the house and never returned and were never heard from again, descend all the other peoples of the world, which they say were plentiful and went to dif- ferent places. And this is what they believe concerning the creation and origin of mankind. They also believe that their ancestors are gods, whom they believe can supply their needs and give them health or take it away. And so they call on them when they need them, believing that they will came to their aid in all things.

​

[30v] They also say that the reason the dead do not return to this world is because of one of their ancestors, when there began to be more people, who was called Pandaguam. They say he was the first to invent the art and method of fishing, and that he fashioned traps for this purpose. One day he caught a shark in one of the fish traps he had fashioned. After he brought it to shore, it died, and he performed funeral rites for it as one would for a man. This incurred the wrath of the gods against Pandaguam and they hurled a thunderbolt at him, killing him. This they did because he had performed funeral rites for the shark. After Pandaguam’s death, the gods took him to heaven and conferred with him and sent him back thirty days after his death to live and remain on the earth. And during these thirty days that Pandaguam was in heaven and out of this world, his wife, named Loboblam,30 had begun living with a man called Marancon, believing that her husband, Pandaguam, would never return to the earth. Pandaguam had a son by his wife named Anoranor who was the first to see his father when he returned to the earth; he saw him in his house because that is where Pandaguam first went to seek his wife Loboblam. He asked his son Anoranor where his mother was, and when his son replied that she was not home, he sent him to go find her and tell her he had come back to life and that the gods had sent him back to the earth, and that he was waiting for her in the house. At the time Pandaguam’s son went to deliver this message to Loboblam, she was at the house of her friend Marancon enjoying a feast of pork he had pre- pared for her with a pig he had stolen—which is why among the Visayans this Marancon is believed to be the originator of 

​

[31r] theft. When her son told Loboblam to return home immediately because Pandaguam had come back to life and had sent for her, Loboblam became incensed with her son Anoranor and replied to him rudely and harshly, saying that he had lied to her and that he should leave and speak no more of it, for Pandaguam was dead and would not come back to the earth. After all, the shark he had killed and performed rites for had not come back to life; much less would his father Pandaguam do so. Anoranor returned home with this reply and told his father Pandaguam what his mother Loboblam had said, at the same time explaining everything she had done after the gods had killed him with the thunderbolt, including taking up house with Marancon. Pandaguam was deeply saddened by this news and in his anger against his wife stormed out of his house and went to hell, which in their language is called Sulad, and was never again seen to return to the earth. This is why the Visayans believe that men became mortal, because Pandaguam had performed funeral rites for a dead shark. They also believe that the reason the dead do not return to live in this world after they die is because the woman Loboblam refused to return home at the command of her husband Pandaguam. They also believe that people were immortal before all of what we have described took place, and if the gods killed someone, they would return him the earth to live as they did at first with Pandaguam, but since then every- one that died went to hell, which, as we have said, they call Sulad.

That is until one of their women, 

​

[31v] named Sibayc or Mahelucy (others call her Sibay or Mastrasan), is said to have ordered a sacrifice to their gods so that the souls of those who died would not go to hell, but would instead be sent by the gods to the most rugged mountains of a certain part of those islands where no living person would ever see them and where they would live in luxury, feasting at banquets; we shall provide more information about this below. The sacrifice initiated by this woman is called in their language maganito, which can be offered by either men or women. And the people who perform them are called baylanes if they are men, and baysanas if they are women, which are like our witches or wizards, or enchanters or enchant- resses, and among the pagan Romans, priests and priestesses. They call on their gods, or more accurately their demons, with certain superstitious words and gestures. The priest or priestess who is to perform the sacrifice then personally slays a pig with a lance, cutting off its head and setting it apart from the rest of the carcass. No one touches it except the priest who will be performing the sacrifice, or maganito as they call it, saying that the head is for the gods and that no one can touch it except the person who is performing the sacrifice. After the priest performs the sacrifice, or sorcery, he alone eats it. The rest of the meat is divided up among the people present at the sacrifice, who dine splendidly and drink a particular rice wine until they are so drunk that their servants and friends carry them home, supporting them by the arms 

​

[32r] or the shoulders. And as a rule they perform this sacrifice when someone is ill. And to ensure that the gods will restore health to the ill, and in order to determine if the sacrifice is acceptable, they do the following. Those who hold this office of priest take the caul of the slain pig and place it at the bottom of a clay pot while simultaneously ringing a kind of bell they have, making a lot of noise while chanting and making merry. The sick person for whom the sacrifice is made is present for all of this. They empty out vast quantities of the drink that has been prepared exclusively for this purpose onto the ground, saying that they pour it out so their gods can drink it. They also call on their ancestors, being quite convinced that these can support them and give them good health, for they believe them to be gods as well. And if by chance the sick man dies, and if he was powerful, they bury some of his slaves alive with him; they place the master in a wooden coffin inside his own house, saying that he will need the dead to serve him in the next world by preparing food for him and supplying his every need. They have another sacrifice and revel for this purpose, with many invited guests, calling on demons, using their special words and begging them to grant that the souls of the all the dead who are being buried be released from hell and removed to some high and rugged mountains 

​

[32v] that are desolate because of their harshness where they can live in leisure, believing that their ancestors dwell there evermore, feasting and drinking in luxury. They repeat this mad notion so insistently that it causes one to wonder to hear how firmly they believe it; no one can convince them otherwise, no matter how much it is explained and stated to them that what they believe is simply not true. They have other corrupt superstitions as well. For example, if people sneeze while they are making to leave their houses, they turn back and stay home for a certain period of time, not venturing forth until that time is up, whereupon they go out and do whatever they were going to do. And when they are about to leave their villages to trade or wage war or for some other purpose, they cast lots with the eyeteeth of caimans, which they keep for just this purpose, to determine whether their plans will be met with success. And if the lots reveal that their proposed endeavor will go well, they proceed with it, but not until they first spend two or three days in a revel. They follow the same method when going to war. But if the omens are not good, they desist from the endeavor or the journey for a few days until the lots are favorable. There are also among the Visayans those whom they call aswang or malaques, which is the same as our sorcerers, and they say that these aswang or malaques have the power to kill whomever they wish by merely telling them to die. 

​

[33r] And they say that they can do the same thing to a person with whom they are angry with a mere glance. And if a chief or one of his children should die in a village or some other place where one of these sorcerers hap- pens to be, the relatives of the chief who died will kill the sorcerer who lives in or is visiting that town, together with his entire household and all his relatives, saying that the wizard killed the chief and that thus none of his children should live, because if any of them were to remain, they would be just like the sorcerer and would kill many other people. When taking an oath these are the words they utter, believing that they are a powerful oath and that whoever says them would not dare lie: “May the sun split me in two!; May I set with the sun!” or “May I die with the sun!; or “May a caiman or lizard eat me if what I say is not true!” They believe that if they do not tell the truth the oath they have made will come true. And yet they tell a thousand lies and bear false witness. They firmly believe that if people are stabbed to death or eaten by some lizard or wild animal, whether on land or sea, or if they are struck by lightning, their souls go to heaven with their gods and not to the high mountains mentioned earlier where those who die of illness go, and they say they know they go to heaven because of the rainbows that appear in the heavens when it rains. They admire these people and think very highly of them, saying that they are very brave. They have no temples of any kind where they worship and revere 

​

[33v] their gods, and much less are there any religious who teach them or perform their rituals or lead a life of abstinence and piety; they are like other idolaters in the world. They only have witches and wizards, as explained above, who do no more than perform the superstitious act of killing a pig and other things we have already described. They also lack religious orders. These Visayans wear their hair very long, both the men and the women. And they take great pride in it, combing it very often with fragrant oils they make for this purpose. They wear it gathered to one side of the head, making a tidy knot which does not unravel unless they undo it on purpose. The women do not style their hair in any other way besides with the knot, as I have described it, which is very attractive in its own way and gives them a lovely appearance. And the men gather their hair with elegant sashes called podong that they wrap around their heads, which we shall discuss later. Men and women have piercings in their ears in many places, and both men and women wear many ornaments and beautifully crafted gold jewels. In fact for this purpose there live among them many highly skilled artisans who produce fine and subtle filigree work. Some of the pieces look like roses and are worn only by the women; they are called pomaras.

​

[34r] Others are like hoops, called panicas, which are worn by both men and women; some wear three or four pairs of these in their ears—they can make that many holes there. These Visayans do not have a king or an authority to whom they are all subject. The more general rule is that in each village there is a chief or two whom they call in their language datus, as mentioned earlier; these are like titled lords in Spain. Their word is law in their villages because most of the people are their slaves, and those who are not, called timawa, are relatives45 of the datus, because like the nobles in Castile they are exempt from paying or contributing anything to the datus, or chiefs. These Visayans fight many wars amongst themselves. Before the Spaniards came to their land, it was rare for a village to be at peace with its neighbors.Neighboring villages would kill and plunder each other with great cruelty, committing a thousand treacheries; they were keen experts at this. They would make slaves of each other and fail to keep their word or honor their promises. But now, after the arrival of the Spaniards, these practices have been almost completely eradicated; wars and disputes are nearly absent; the Spaniards resolve their differences and settle their debates because the people are held in encomienda46 and pay the Spaniards tribute. The Spaniards ensure that there are none of these things, and the magistrates for their part do likewise.

​

[34v] The usual weapons of these people are a sort of dagger of strange design with a wooden scabbard, called a bararao, and a kind of spear with a tongue-shaped tip, the shaft of which is a little longer than a man’s height. They have wooden shields for covering their bodies when they fight, which are long and narrow, some quite elegantly decorated. They make a kind of armor from cotton fiber that is like a cuirass. It is so strong that though they are struck with a spear or if one is thrown at them, even from extremely close range, it fails to harm them. They have others made of wood that are like breast and back plates for defense against arrows and lances. They can stop arrows; the tips of their arrows are sometimes daubed with poison, which abounds in these Philippine Islands. And on some of these islands people use blowguns48 like those found in Spain for killing birds. They propel tiny darts with very sharp tips out of the opening of the blowgun, the tips of which are full of poison, or herbs. And if these darts draw blood, death ensues, even if the wound is very small.

They make great quantities of spears out of wood and bamboo, charring the tips; they often hurl these at each other in their battles. They wear rattan bucklers that are so strong they cannot be cut or pierced by a knife-thrust. In some places people wear headgear that resembles a helmet or a morion made from fish skin; these are very strong. They fashion cuirasses from the skins of buffalo or elephants, of which there are a few on an island called Jolo, though they are not

​

[35r] as big as the ones from India.

They have many kinds of ships of very different designs and names for fight- ing their wars and making their voyages. Most of the ones they use for wars and raiding are small; they are called barangay. And if they are a little bigger they are called biray. The latter are very long and narrow, the smaller seating and the larger ones 100, all of whom must row except the chief who is aboard the ship. The oars of these ships are a little more than a vara in length; their shafts are very well made. The oars are not fastened to the boat for rowing; instead the seated oarsmen ply gently with both hands. These vessels are extremely swift. They hold two or three banks of seated oarsmen on a side, provided there are enough people to fill them. And these banks are placed in counterweights, which are made of a very large bamboo plant found on all of the Philippine Islands of the West. These counterweights are placed on the outer sides of the vessel, where the oarsmen are seated comfortably. These vessels travel very safely with these counterweights because they cannot capsize, and the counterweights also allow them to travel in heavy seas because the ship is elevated above the level of the water, so the waves break against the counterweights and not against the boat. They have round sails like ours. They have other ships they call birocos; these are much larger than the ones mentioned earlier, 

​

[35v] some capable of carrying 500 or 600 fanegas of wheat. They are also oared, but they are very long and are moored to the ship 

like ours, and are of a different design. These are the biggest of their boats; the rest are small and are called by many different names and have different designs and need not be described here because they are unimportant. These people do not have magistrates or men who are commissioned for the common good of their republics, nor are people punished for their crimes. Instead, the aggrieved party takes justice into his own hands for any wrong committed against him. The chiefs do as they please and no one stays their hand; they enslave anybody they want to for the slightest infraction and they free whomsoever they wish with the same facility without answering to any- one, though since the arrival of the Spaniards in the Philippines and their settlement of the same, they [the Spaniards] do not allow or consent to these tyrannies, holding the chiefs and others who commit them accountable, as do the magistrates, wherever they may be.

Their buildings and houses, as well as the arrangement of their villages, are very poor; they are constructed without design, order or harmony. They are made of wood and very large bamboos, the latter being plentiful everywhere in these Philippine Islands of the West; they are between seven and eight fathoms long and as big around as a man’s thigh. They are used 

​

[36r] in all their buildings and works in making the walls and high floors; they are cut in half and woven together the way osiers are when basket-makers make baskets. The streets and houses in the towns lack any sort of order; each person builds his house wherever he likes. There are many wild trees and coconut palms in the streets and among the houses, although where there are doctrinas the monks have imposed some organization on them, which has remained. Their houses and towns are normally built on the banks of rivers and at the edges of swamps and marshes because this is considered optimal. Both men and women bathe publicly once or twice a day, their flesh being completely exposed, though they cover their privates with their hands until the water covers them. Hence they are all extremely able swimmers, men as well as women, because they have been taught this from birth.They have the following marriage custom: when a father wants to marry off his son to the daughter of another man, they agree on what he should give so that the other’s daughter will marry his son—a certain amount of gold or its equivalent, as best they can arrange depending on the status of each party. And this amount is given to the girl’s father, who keeps it without passing it along to his daughter until the couple builds and owns their own separate house, at which point it is given to them. In these marriages, relatives come to each other’s aid; for example, the father of the bride makes the father of the groom pay her

​

[36v] relatives something because of the marriage, which these relatives keep. Ordinarily, women are given a mejora, which they explain needs to be given to them because they will not be able to earn what they need. Men can marry as many women as they want, even if all of them are still alive, without incurring a fine or punishment. If they wish to divorce a wife, they can do so by letting her keep what they gave her at the time of the wedding, which price they call bugay66 and which in Spain we call a dowry. And if it is the woman who wants a divorce, she keeps nothing. And either one of them can later remarry. If the wife commits adultery, the husband can leave her and take away all of her possessions, and if he finds the adulterer, he can kill him anywhere without any penalty whatsoever. And if she gives him something, he can take it and forgive her, and in this there are no hard feelings between them, even if what she gives him is worth very little. They do not care if their women are virgins or not at marriage because, first, all of the women have been corrupted at one time or another, and, second, they pay no attention to it nor seem to notice, although unmarried women consider it demeaning to give birth.Women wear many bracelets on their arms, most of them gold and some ivory. Quite often the men wear them as well. The gold ones are called calambogas and the ivory ones typosos, which are highly prized. They wear gold chains around their necks, which they consider most elegant and splendid. Women wear gold and brass hoops on their legs 

​

[37r] because their legs are bare down to the calf; they consider leg hoops most elegant. Their exclusive sport or pastime is cock-fighting, for which purpose they keep their gamecocks well-fed and cared for in their houses. And to ready them for their fights they attach tiny sharp razors shaped like little scimitars to their legs with a tiny fitting next to the spur; once prepared in this manner they are made to fight. The owner of the winning rooster gets to keep the loser to eat or to do with it as he pleases. This is their sole game or pastime aside from their revels, which is their principal manner of celebrating. They have no feasts or holy days, nor special days for anything. Ever since the Spaniards began dwelling among them they have learned some of their games, such as croquet and checkers, of which there are many good masters, especially of croquet. Others have taken up cards, although these are few. Their trades are as follows. There are carpenters who carry out any job asked of them, be it houses, boxes, boats or benches. They build boats with no iron of any kind, nor tar or other bitumen—only with wood. And they build them so tightly, with such extreme care and craftsmanship, that no water seeps in. Then there are the goldsmiths who are expert workers of filigree; they know how to melt and refine gold very well. There are also blacksmiths who make any tool 

​

[37v] asked of them out of iron, and do so extremely well. These are their most common trades, but they will undertake any other job asked of them—they can do just about anything. In general they are extremely lazy and loath to work, spending most of the year relaxing and drinking. Were it not absolutely necessary, they would cease sowing their fields and paddies and other things they grow for their sustenance. They do not cultivate orchards, legumes or fruit trees because all their fruit is wild and sour and unpleasant to the taste and palate—the only good fruit are the bananas. Of these there is a great abundance and diversity of types; they grow them in their houses and fields, together with sugar-cane, potatoes and sweet potatoes, of which there is also in abundance. As a rule they do not sleep in beds; in fact they do not have any, though they have the resources for making them because they could make them from a certain substance taken from trees that they call in their tongue baro, which could be used like wool for mattresses. They sleep on the floor of the upper parts of their houses, which is where they live; they do not use the lower part of their houses. They place nothing more than palm mats under their bodies. Others sleep in a kind of hammock made of cotton fabric, which they hang with two pieces of rope from the poles or bamboos of the house, and these are the kinds of beds they use. Women consider it demeaning to give birth many times, especially those who live in

​

[38r] seaside towns. They claim that having numerous children makes them like sows, and this is why if they get pregnant after having one or two children, when they are three or four months along and their pregnancy is noticeable, they kill the child in their womb and deliver it stillborn. And there are women whose profession this is, and they achieve it by rubbing cer- tain poisonous herbs on the expecting mother’s belly, causing the infant to die and to be delivered stillborn. It is not unusual for unmarried women to do this as well when they become pregnant because they also consider it demeaning to have children when they are not married, although they do not consider it scandalous to be with men and have relations with them or to live with them, even when they are single. As a rule the women are fonder of work than the men; they sew, garden, spin and weave cotton cloth and other things they wear. They work the fields, doing the jobs of men. They are generally very prone to the vice of the flesh and are selfish. They do not know how to give thanks for any good deed done for them. The men are the same; even when much is given them they are rarely grateful or know how to repay what is given them. Their interactions are founded on self-interest, which is their motivation for all they do. Among these people there are three kinds of slaves. The first are called hayoheyes. They attend to all of their needs in their houses, and while unmarried

​

[38v] the slaves do everything they are ordered to do. And after they marry, they establish their own household. And so long as they remain childless they render the same service they did while living in the houses of their masters five days of every week. At this point they become the second kind of slaves, called tuheyes. As they begin having children, they start reducing the number of days of service they give to their master. And if they have a lot of children, they give no service at all, saying that they have enough to do finding food for their own children. The third type of slaves is called horohanes. These are slaves in name only, because they give no service at all except when their masters go abroad to fight a war, in which case they are taken as oarsmen in their boats. And if the war is on land, they fight as soldiers. Their masters usually invite them to their houses as guests when hosting a feast and revel. And when these slaves die their property is kept by their masters, leaving nothing for their families. And if they have children, the children do not have to serve their parents’ masters while they are living, but as soon as their parents die they must serve their masters in the place of their parents, performing the same kind of labor their parents did. This law is inviolate among them. It is also customary for the chiefs to make slaves of those who kill someone or who commit adultery, and this is only if they have no means to 

​

[39r] pay for the death or the adultery they committed. No one is excused from this penalty, not even close relatives. And the penalty imposed on them for these crimes is a certain amount of gold, or its equivalent, which in Castile would be fifteen ducats at the most. And if they cannot pay this, they become slaves. Parents are known to sell their children, and siblings sell each other in times of need and hunger, and the people thus sold become perpetual slaves. They do not lend each other anything, and if they do borrow something they have to serve personally until the debt is actually paid, without discounting the time they have served. There is no other way to settle a debt,83 even if it is one brother with another. One can also become a slave if he is so poor that he cannot provide for himself and oth- ers have to feed him and give him other necessities. And there are many who have become slaves for this reason alone. There are many other ways in which their chiefs make slaves, for the slightest offence; these are so plentiful that I will refrain from listing them to avoid fatiguing the reader. But to give a general idea, I will tell of two. The first is for the mere offense of a person crossing paths with a chief—if he fails to bow quickly enough, he is made a slave. And if a person enters or sets foot in the water of the field belonging to the chief, he is made a slave. And the other ways of making slaves are along the same lines. They have no laws or customs for putting people to death for any crime. They can only make them slaves, as we have said, but never can they kill them.

​

[39v] They consider as siblings only those who are children of the same father and mother, and if their father or mother marries a second time and the marriage produces a son or daughter, the children from the first marriage are not considered siblings of those produced by the second marriage, nor are they called such, because only the children of the same father and mother are so called. It is not their custom for these siblings of the same father or mother to marry each other; this is the only distinction they make with the rest of their relatives, because they marry any of their relations outside of their father and mother or siblings, or with these siblings whom, as we have said, they neither consider nor call siblings.The funeral rites these people celebrate for their dead are that if a certain chief dies, they place him in a wooden coffin and place it on the upper floor of the house, and every night two of his slaves illuminate him with bamboo torches which it is their custom to use for this purpose. They do this every night for more than two months running. And they put some of the deceased chief ’s slaves to death, causing them to die in the same way their master did. For example, if he was drowned, his slaves are also drowned, and if was stabbed to death, they stab them to death. Thus slaves must die the same way as their master. If he dies from an illness, the slaves are drowned or buried alive; they say this is necessary so that the slaves who are killed in the way we have said

​

[40r] can go, purportedly, to the next world to serve their masters and prepare their food. They also hang pots and plates filled with food under the house from the floorboards, saying that it is for the dead to eat. And as a rule they bury their most powerful chiefs in ships called barangay together with many of his live slaves and large quantities of food, clothing and jewelry, saying that the slaves are there to serve him as they did whenever he made sea voyages. As far as the preparation of their food is concerned, they are not at all con- scientious, for they don’t know how to make stews, nor do they exercise any care in doing so. A typical meal consists of plain boiled rice with a little foul smelling dried fish, and this they consider a meal. They also have a few chickens and pigs and deer, which abound in the Philippines, as well as buffaloes, which are found in some parts of these islands and are quite large and fierce. They have a wide variety of wines made from rice, coconut palms and bananas and from another kind of palm tree, called nipa in their language, which grows in marshy places. This wine is passable and they use it to get drunk. What they normally drink is rice wine, which they call pangasi. When they make peace with their enemies or with others it is their custom to draw a little blood from their arms or another part of their bodies and give it to drink to the people they want to become friends with, and the other party does likewise. In this way they say 

​

[40v] that peace and friendship are made perfect and that it will never be broken. It is also their custom to blacken or redden their teeth, which they do purposefully with a certain juice or herb that they normally keep in their mouths for this very reason. Some people, especially the women, have gold set in their teeth, making an adornment of gold in their teeth like an almenina, so carefully set inside they very bone of their teeth that it looks like it grew there together with the teeth, set in such a way that it will never fall out. To fill this need there are among them highly skilled artisans. They have no music of any kind, nor musical instruments, except for some- thing that resembles a guitar or rebec that has three or four wire strings and which they strum artlessly and with no harmony whatsoever. Besides these they play a kind of horn made of bamboo which they play in the same way we do jaw harps,94 placing them in their mouths and striking a bamboo reed with their finger. This is their only music, and when they row in ships they sing in rhythm with their rowing, sometimes quickening and sometimes slowing down. Finally, they have a custom connected with the sin of the flesh that is the most unusual practice ever; it has never been seen or

​

[41r] heard of before and seems to be the epitome of their vices and bestialities in this regard. It consists of the men placing and wearing on their genital member a sort of hoop or ring with round tips that extend outward, as depicted in the draw- ing in this margin. They are made of lead or brass; some are even made of gold. Two holes are fashioned in the round part of the hoop or ring, one on the top and the other on the bottom, through which a small bolt or pin made of the same metal as the ring is inserted and which is then thrust through the man’s member at the base of his foreskin. And thus the hoop or ring is worn on the genital member itself in the same way a ring is worn on a finger. And in this manner they make contact with their women, and they are fastened and clasped together for a whole day or a whole night the same as dogs after they complete the same act. They experience great pleasure in this, especially the women. Some of these hoops or rings are very large, there being more than 30 kinds, each with its own name; the general word for them in their language is sagra. Since their arrival here, the Spaniards have taken great care to eradicate this abominable and bestial practice from among the natives, and they have taken many of these rings away from them and punished them with lashings for wearing them. Yet all of this is to no avail because they continue to wear them. And they

​

[41v] almost never remove the peg or pin that runs through the holes of the hoop or ring and through the man’s member so that the hole will not close up or so that putting the hoop or ring on again it will not hurt them. It is a custom invented by the devil so that men can offend the Lord our God more with it. What we have heretofore written are the rituals, ceremonies, traditions and customs we have learned that belong to the Visayans and other people who inhabit these Philippine Islands of the West. And we have learned them from the oldest people and the leading chiefs of these islands, because they are the best informed in the oral lore of their ancestors which has been passed down from generation to generation from time immemorial. And they sing it in their songs, in which they relate their origins and recount their wars and everything else we have said here, because they have no writings or anything else that con- tains it or shows it, except their songs, which they call in their tongue byáo.

George Bryan Souza and Jeffrey Scott. The Boxer Codex: Transcription and Translation. 2016.

Luis Barandica Martínez. El Códice Boxer. Edición moderna de un manuscrito del siglo XVI. 2019. 

bottom of page